Suelen decir que cuando las personas
quieren prosperar, solo tienen que estudiar y trabajar. Luego viene comprar la
casa, el carro, los viajes, las cosas “básicas” que una persona promedio
necesita en el mundo occidental.
En Venezuela, la nación a la que mi
abuelo italiano decidió hacerla su hogar luego de la guerra, es un país que
tiene llanos donde se puede criar mucho ganado; una zona andina donde se puede
sembrar una variedad enorme de vegetales; una zona costera que brinda muchos
tipos de mariscos y pescados, pero sobre todo tiene reservas muy grandes de
oro, petróleo y gas; sin embargo, aquí “progresar” es cuestión de
suerte.
Una vivienda es algo prioritario para
que una familia promedio pueda estar un poco estable. Pero antes de obtenerla,
una familia como la mía, con un padre Ebanista y una mamá ama de casa han
pasado por diversas odiseas para conseguirla.
Comprarla ya construida requiere tener varias
líneas de crédito abiertas, un número aceptable de dinero ahorrado y muy buenos
amigos que te avisen donde vean una ganga. Actualmente una vivienda en un
sector de clase media baja no cuesta menos de Bs500.000, o así es que aparece
en los diarios regionales y una amiga que tiene una inmobiliaria nos repite constantemente que la línea de crédito del fondo habitacional es de
máximo Bs350.000 y el número de personas que lo aceptan es muy escaso, por la
tardanza del papeleo.
Otra opción es construir una casa, para
eso hay que empezar visualizando el terreno y cada vez son menos los ofertados,
a aparte de la escasez, los precios generalmente no son accesibles para una
pareja donde sólo uno en casa trabaja y que además deben pagar alquiler.
Con un golpe demasiado extraño de
suerte, muchos préstamos y algunas limitaciones, por fin mis padres lograron
comprar una parcela de terreno ¡Todo parecía muy perfecto!
Por
aquí y por allá
Requisitos por aquí y por allá, luego de
un año de papeleo y esperanzas acumuladas llego un vecino con la maravillosa
noticia “ay señora no luche más, que si ustedes no tienen los servicios
públicos ningún ente les fabricará la casa y estos terrenos no los tienen”. Así
comenzó la odisea de proyectos para servicios públicos, pero decían ¡plata no
hay!
Agotadas todas las esperanzas por los
medios estadales, con algunos trabajos escasos de mi mamá y míos, ahorramos algo
de dinero. Así comenzamos este proyecto habitacional. Las primeras cabillas, la
malla trucson y el cemento para la construcción, no fueron fáciles de
conseguir, pero se consiguieron con algunos contactos estratégicos.
Actualmente cuando no ha pasado ni un
año desde que comenzamos la primera fase de la casa, amanecer en colas para
comprar cemento, caminar por infinidad de ferreterías para conseguir un tubo y
que todo se haya triplicado es realmente duro, una situación por lo que
tristemente hemos tenido que pasar.
Nada de paseos, ropa o fiestas. Con
deudas pagables a amigos que dan facilidades con el tiempo y las cuotas de pago, así la mitad de la
casa ya está habitable, la otra es un proyecto a futuro cuando todo se
encuentre normalmente. Pero lo más curioso es que después de haber perdido las
esperanzas, un frente bolivariano apareció de la nada y en un tiempo récord de
2 meses casi tiene culminadas en el mismo sector, 17 viviendas.
La casa de mis padres, en el fondo las casas "Bolivarianas" |
Ahora la frase favorita de mis padres,
cuando le preguntan que porque no se esperaron es: “en este país todo es
cuestión de suerte”
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