lunes, 3 de febrero de 2014

Es cuestión de suerte

Suelen decir que cuando las personas quieren prosperar, solo tienen que estudiar y trabajar. Luego viene comprar la casa, el carro, los viajes, las cosas “básicas” que una persona promedio necesita en el mundo occidental.

En Venezuela, la nación a la que mi abuelo italiano decidió hacerla su hogar luego de la guerra, es un país que tiene llanos donde se puede criar mucho ganado; una zona andina donde se puede sembrar una variedad enorme de vegetales; una zona costera que brinda muchos tipos de mariscos y pescados, pero sobre todo tiene reservas muy grandes de oro, petróleo y gas; sin embargo, aquí “progresar” es cuestión de suerte.



Una vivienda es algo prioritario para que una familia promedio pueda estar un poco estable. Pero antes de obtenerla, una familia como la mía, con un padre Ebanista y una mamá ama de casa han pasado por diversas odiseas para conseguirla.

Comprarla ya construida requiere tener varias líneas de crédito abiertas, un número aceptable de dinero ahorrado y muy buenos amigos que te avisen donde vean una ganga. Actualmente una vivienda en un sector de clase media baja no cuesta menos de Bs500.000, o así es que aparece en los diarios regionales y una amiga que tiene una inmobiliaria nos repite constantemente que la línea de crédito del fondo habitacional es de máximo Bs350.000 y el número de personas que lo aceptan es muy escaso, por la tardanza del papeleo.

Otra opción es construir una casa, para eso hay que empezar visualizando el terreno y cada vez son menos los ofertados, a aparte de la escasez, los precios generalmente no son accesibles para una pareja donde sólo uno en casa trabaja y que además deben pagar alquiler.

Con un golpe demasiado extraño de suerte, muchos préstamos y algunas limitaciones, por fin mis padres lograron comprar una parcela de terreno ¡Todo parecía muy perfecto!

Por aquí y por allá

Requisitos por aquí y por allá, luego de un año de papeleo y esperanzas acumuladas llego un vecino con la maravillosa noticia “ay señora no luche más, que si ustedes no tienen los servicios públicos ningún ente les fabricará la casa y estos terrenos no los tienen”. Así comenzó la odisea de proyectos para servicios públicos, pero decían ¡plata no hay!

Agotadas todas las esperanzas por los medios estadales, con algunos trabajos escasos de mi mamá y míos, ahorramos algo de dinero. Así comenzamos este proyecto habitacional. Las primeras cabillas, la malla trucson y el cemento para la construcción, no fueron fáciles de conseguir, pero se consiguieron con algunos contactos estratégicos.

Actualmente cuando no ha pasado ni un año desde que comenzamos la primera fase de la casa, amanecer en colas para comprar cemento, caminar por infinidad de ferreterías para conseguir un tubo y que todo se haya triplicado es realmente duro, una situación por lo que tristemente hemos tenido que pasar.

La casa de mis padres, en el fondo las casas "Bolivarianas"


Nada de paseos, ropa o fiestas. Con deudas pagables a amigos que dan facilidades con el tiempo y las cuotas de pago, así la mitad de la casa ya está habitable, la otra es un proyecto a futuro cuando todo se encuentre normalmente. Pero lo más curioso es que después de haber perdido las esperanzas, un frente bolivariano apareció de la nada y en un tiempo récord de 2 meses casi tiene culminadas en el mismo sector, 17 viviendas.

Ahora la frase favorita de mis padres, cuando le preguntan que porque no se esperaron es: “en este país todo es cuestión de suerte”

0 comentarios:

Publicar un comentario